Que no se vean tocones

En el ámbito de la gestión forestal existen, por desgracia, algunas tendencias arraigadas y difíciles no ya de erradicar, sino de modular bajo unas mínimas premisas sensatas. Una de ellas se refiere a la masiva implantación/imposición de la tiranía según la cual la mejor gestión forestal es… no realizar ningún tipo de práctica selvícola.  O, si se quiere, y simplificando al máximo, la mejor gestión es la “no gestión”. Está claro que una forma muy sencilla de legislar es prohibir, lo que ha llevado a que en muchos montes se ha adoptado el criterio de impedir por razones legales el que se hagan cortas comerciales. Es decir, la presión de una sociedad mayoritariamente urbanita ha impuesto que realizar esas cortas es contrario en todas las ocasiones a, por ejemplo, los objetivos de conservación. 

Llegados a este punto, conviene resaltar un hecho que es bien sabido por los forestales y que la opinión pública desconoce: los sistemas forestales españoles están totalmente antropizados, y no tenemos lo que en otros ámbitos se conoce como bosques primarios. Es decir, que en general, estamos conservando paisajes no ya vírgenes, sino modelizados por la acción del hombre durante muchos siglos. Esta realidad se ha demostrado en una publicación muy reciente, donde se reúne información sobre los bosques primarios en Europa, y se comprueba que en España la superficie es muy pequeña…. y teniendo en cuenta que para los autores la definición de bosque primario es mucho más laxa (forests previously indicated as primeval, virgin, near-virgin, old-growth and long-untouched). Pues bien, a pesar de esta realidad en España se ha optado por aplicar una legislación muy estricta y que, en ocasiones, esa prohibición de cortar la masa bajo criterios técnicos puede llevar a ciertas masas a problemas de falta de estabilidad, falta de regeneración o de plagas por no haber realizado ciertas operaciones selvícolas. Debo comentar que, a diferencia del caso español, en otros países sí se permiten cortas en zonas protegidas (incluso en Parques Nacionales). 

No se pretende, en ningún momento, concluir que se deban realizar, por ejemplo, cortas finales en todos los cantones de todos los montes de España. Bajo ningún concepto. Simplemente se pretende señalar que las consecuencias de la decisión de cortar o no cortar son más profundas y tienen más implicaciones que lo que aparenta, por cuanto en ese momento el gestor debe tener claro qué es lo que quiere ahora, en los próximos lustros y casi en las próximas décadas. Si lo tiene claro, debe entonces preocuparse de buscar la mejor práctica selvícola que lleve a cubrir esos objetivos. Pues bien, en muchos casos, la alternativa más fácil y que está siempre a disposición del gestor es no hacer nada: no cortar y dejar de actuar en una masa en aras a promover otros objetivos. Llegados a esta punto, la pregunta que se debería formular es si, en primer lugar, tiene el convencimiento de que es la mejor alternativa y, como consecuencia, si la evolución previsible de la masa en ausencia de dichas cortas va a conducir a la misma  a un estadio que sea más atractivo que el actual. Por ejemplo, el pino albar según algunos autores podría llegar a vivir 300-400 años. Sin embargo, no se conocen muchos rodales regulares que presenten una edad que supere los 180-200 años … lo que implica que no se dispone de muchos ejemplos que pudieran orientar. En esta tesitura, ¿Interesa a toda costa llegar a establecer turnos físicos tan dilatados? Por otro lado, ¿se puede llegar en la realidad a esas edades?

Por poner un ejemplo, recientemente se ha visto cómo la delimitación de la superficie de algunos Parques Nacionales ha sido controvertida y se ha evitado introducir superficie forestal donde se permiten realizar estas cortas desde hace décadas y donde los resultados son exitosos. Pues bien, si en esas zonas se pudiera compaginar el máximo nivel de protección con unas soluciones menos rígidas en cuanto a las cortas, quizá el resultado final hubiese sido otro en cuanto a la inclusión o no de ciertos montes emblemáticos en dichos Parques. Una alternativa posible sería compaginar en las actuaciones selvícolas las ideas de conservar y, paralelamente, planificar cortas comerciales. Un ejemplo de estas actuaciones que se está aplicando en distintos países desde hace aproximadamente 20 años serían los sistemas de retención variable que proponen dejar sin cortar (turno físico) un porcentaje significativo de la masa (hasta un 40%), bien sea de forma dispersa o agregada, pero permitiendo cortas en el resto. Por desgracia, las experiencias en España son casi nulas, pero podría ser una alternativa adicional a las pocas herramientas selvícolas que se emplean en zonas habitualmente destinadas a objetivos de protección.

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