Estrategia Forestal Europea (y II)

En la anterior entrada he puesto de manifiesto que la nueva estrategia forestal europea tiene poco de estrategia… y de forestal, ya que está supeditada a un amplio y variopinto conjunto de normativas, y donde lo forestal aparece siempre como actor secundario. A modo de ejemplo, está la Estrategia de Biodiversidad para 2030, que se desarrolla en 4 pilares. Pues bien, en el segundo de ellos (“Restore Nature”) se habla de plantar 3 billones de árboles “in full respect of ecological principles”. En definitiva, la medida estrella de la nueva estrategia forestal europea… es una medida ya anunciada en dicha estrategia de biodiversidad. Ello refuerza la idea con la que comenzaba esta entrada, pero resulta más importante desgranar algunos aspectos que merecen la atención del proyecto asociado a esta medida, siguiendo para ello el último documento disponible, de fecha 16/07/2021.

Lo primero que uno se pregunta es el porqué de esta cuantía (3 billones de árboles) y las unidades empleadas, cuando tradicionalmente las forestaciones se miden en hectáreas. La respuesta a la primera cuestión es que se intenta doblar el crecimiento real de los árboles que se han forestado entre 2010 y 2015 (300 millones de árboles al año). Con ello se pretende, en el futuro, compensar el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE. Lo que no se explica es porqué es mejor el doble que el triple u otra cifra. Por otro lado, en esta nueva iniciativa no se contabilizan sólo las nuevas forestaciones, sino también arbolado urbano, sistemas agroforestales, e incluso árboles que crecen en zonas despobladas, pero a través de la regeneración natural de masas ya existentes. Para todo ello han decidido que lo mejor es contabilizarlo árbol a árbol, a través de una web construida ad-hoc. Así se informará del progreso de la iniciativa, mediante una contabilización de cada árbol. Cabe apuntar que esta idea ya se lleva desarrollando, eso sí a escalas más reducidas, desde hace años. Recuerdo haber contribuido hace como nueve años en un ejercicio similar asociado a la forestación tras un incendio en el Parque Nacional de Torres del Paine (Chile).

Por otro lado, aunque en el documento en cuestión ya se reconoce que para conseguir este objetivo habrá que plantar más árboles, ya que se han omitido la reposición de marras. Es decir, la cifra tendrá que ser mayor que esos 3 billones de árboles. Dejando a un lado este aspecto, para el caso de España el número de hectáreas previstas se cifran en 87.524 entre 2020 y 2030. Es decir, menos de 9.000ha al año. Esta cifra, ¿se puede calificar de alta o baja? La estadística oficial nos indica que entre 2010 y 2019 se han forestado cerca de 15.000ha anuales. Si se añade que con esta estrategia de 3 billones se pueden sumar ítems no incluidos en la estadística oficial, no parece un esfuerzo descomunal. Las previsiones apuntan a un coste entre 17,7 y 35 millones de euros al año, números tampoco deslumbrantes. 

Después de esta exposición inicial, y con independencia del número de árboles, voy a centrarme en algunos aspectos que me parecen sorprendentes de este documento, partiendo de la base que todo lo que sea inversión en este campo a priori puede ser positivo. Así, si ya se ha dicho cuánto se debe forestar y lo que puede costar, lo siguiente sería dónde hacerlo y qué especies se pueden utilizar. Con respecto a la primera pregunta, se indican restricciones a no forestar en humedales, turberas, pastos permanentes o terrenos donde existe una alta biodiversidad y/o captura de carbono. También debe evitarse en pastos y pastos naturales. La segunda cuestión es qué especies se pueden plantar. Formulado la pregunta al revés (¿qué especies no se pueden utilizar?), no se contabilizarán las siguientes forestaciones: plantaciones de árboles de Navidad, para fines energéticos y monte bajo asociado a turnos cortos. La nueva plantación deberá disponer de al menos 3 especies por ha, y, al menos, el 10% de los árboles deben ser frondosas. También se insiste mucho en evitar las “invasive alien species”. En esta lista no se incluye al eucalipto, aunque en otra parte del documento se desaconsejan estas plantaciones utilizando para ello argumentos muy sorprendentes (problemas de alelopatía en cultivos agrícolas cercanos…según un estudio en China y para una especie no utilizada en Europa). Sin embargo, estas plantaciones no se podrán utilizar porque expresamente se prohíbe plantar con especies no autóctonas (“non-native species”), ni se permiten plantaciones productivas donde sólo exista una especie. En definitiva, se descartan en la práctica la mayoría de las plantaciones comerciales. 

Dejando a un lado los nuevos árboles surgidos por regeneración natural y su contabilización, si no se relaja esta condición, parece que, por ejemplo, no se podrá plantar ningún árbol en las ciudades que no sea una especie autóctona. Es decir, algunas especies que llevan utilizándose décadas o siglos (y son árboles singulares en algunas ciudades), no se pueden utilizar por razones de un cierto chauvinismo botánico. Y únicamente me refiero a especies de alguna forma ya naturalizadas en zonas urbanas y periurbanas. Esta idea también salpica a especies utilizadas con fines principalmente de producción, y esto aplasta la idea de multifuncionalidad que se predica en la estrategia forestal europea: este plan de forestación excluye en la práctica un servicio ecosistémico (el de provisión de materias primas), y contradice la meta de conseguir que la construcción se convierta, gracias al empleo de productos derivados de la madera, en un sector con una emisión negativa en el futuro. Por poner un ejemplo, ¿no incentivamos plantaciones con, por ejemplo, Pinus radiata pero, a la vez, aceptamos sin problema la madera de Pinus radiata procedente, por ejemplo, de Chile? Llegados a este punto quisiera contraponer la laxitud existente en la estrategia forestal europea a la hora de definir un bosque primario con la exigencia a la hora de discriminar unas especies frente a otras en las forestaciones.

Soy consciente que alguien puede argumentar que, dado que su origen es la Estrategia de Biodiversidad para 2030 pudiera resultar lógico que este programa de forestación presente las características arriba señaladas. Sin embargo, dado que esta es una medida de una estrategia forestal europea, ésta debiera potenciar otro programa similar para fomentar las forestaciones con objetivos productivos, con el fin de mitigar el impacto de las importaciones de madera de otros países (principio básico de la economía circular, por cierto, citado profusamente en dicha estrategia). La renuncia a plantear objetivos asociados con la futura oferta de madera (los hay para el carbono y la biodiversidad) se está transmitiendo una idea sectaria de la sostenibilidad y multifuncionalidad inherente a los sistemas forestales, y ello, dentro de cualquier estrategia forestal resulta inaceptable. 

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